Para mí

Lady in Interior, Francisco Miralles

Me quedo con toda la empatía para mí, guardada en el ruido que hacen mis manos cuando me aplasto los dedos. Mi silla te da la espalda porque no quisiera verte en mi lugar.

Colaboraciones

Double bass, triple head (1995), Gil Mayers

¿Son tres nada más los que te tocan el cuerpo y le roban sonidos con los dedos? Pese a que te ofertes como materialización de la soledad, a veces parece que fueran tantos...

Dudas

Orphan cemetery (1824), Eugéne Delacroix

No sé ni por qué veo que se te parece ni si pondrías esa cara ante algo en el mundo.

Ahí están

Grape and melon eaters (1650), Bartolomé Esteban Murillo

Tengo dos nenes compartiendo comida adentro. Uno se alimenta de un recuerdo, el otro de no querer repetirlo. Juegan en los pies de mi nuca y se bañan del sudor cuando escapo corriendo a otra empresa imposible. Saltan y saltan de costilla en costilla. Se tiran piedras uno desde cada sien cuando me acomodo el pelo atrás de la oreja. Uno mataría al otro, pero, bonitos, se necesitan. El que te extraña llora ante el que te quiere matar y el que no quiere ir preso busca excusas ante el primero. Los mendigos comparten algo que hace que se entiendan.

Retratos

Famille de la laitière (1640), Louis Le Nain

Sigo atrás de la bestia, con toda mi familia de monstruos. Está la señora que me visita cuando el auto no está roto; está el señor que me presenta alcoholes y juega conmigo en los bares; está la parte de mi hermandad que siento, la femenina; está la parte de la hermandad que solamente consiste en simpáticos infantes que deambulan mirándome como locos, la masculina; ¡está mi perrito!. En algún lugar apareceré, si todo sale bien.

La orilla de tocarte

Paisaje con la caída de Ícaro (1554-55), Pieter Brueghel el Viejo

Ícaro se acercó demasiado a la verdad, dejemos eso de lado. Yo quiero sembrar sobre los surcos que fabriquemos con otra bestia, sobre los tajos que hagamos sobre una Tierra que no sangra, sobre la cama que no se ocupa. No hay viento que se lleve lo que no hay.

Pequeño manifiesto de la lejanía

Lakota Shirt Wearer, Frank Howell

Mi pueblo originario es una estufa a leña, apagada; mi almohada, la ceniza sobre la que apoyo la cabeza antes de que se desintegre. Tus plumas se acercan cuando se alejan, de otra forma, reinaría el misterio. Díganle crecer a lo que se les antoje, yo no sé vivir si no es de fantasías.

Desfasaje

Cow and Fiddle (1913), Kazimir Malevich

Pensaba que podrías sonar para mí, y gastarte la música en una noche, pero la verdad es que te despertaste demasiado lejos de donde yo dormí.

Tarde

Hera (1929), Francis Picabia

Tus cara tu caras ay. ¿Hasta cuándo estarás en ese lugar que desconozco? Sobre todo, eso... hasta cuándo. Entonces, hablando del tiempo, perdiendo las uñas en un ataque de nervios aplastando el pecho, viene el dilema: si la mato, tengo veinte, veinticinco años de cárcel, y si no la mato, no sé la cantidad. Prácticamente me arriesgaría.

Clap your hands say yeah

The clown (1907), Georges Rouault

Cualquiera de ustedes bien podría, sepan, destrozar mi tráquea de un aplauso mal dado. Baste con que festejen ciertas cosas, y todo mi cuello se vuelve una cascada. Creo que en ese momento podría ver el aire, justo cuando deja de estarse adentro mío. Que falte quien debería estar es algo que pone tembloroso al destino, ese viejo descuidado que ya no sabe a quién pedir que lo socorra.

Tan

Mobili nella valle (1927), Giorgio de Chirico

Ocupamos lugares terribles. Bajo el cielo todo tiene al cielo por techo, tal vez en eso sea siempre igual lo que hay con el sol encima. Ninguno en el lugar más cómodo. Ninguno ahí en el espejo que compramos.

Ve a dormir, se te hace tarde

Les beaux jours (1944), Balthus

...regalito por la "clase"

Albañil curioso, construyo el fuego. Podría hacer tantas cosas con tus cenizas... una alfombra, unas huellas, un colchón sobre el piso, o cualquier cosa abajo, siempre abajo de mi cuerpo.

Le dicen tiempo en contra

Avigdor Arikha

Cada noche en la que espero que algo pase sin que finalmente pase cumplo un millón de años, tanto hacia adelante como hacia atrás, sin todavía sentirme muy contemporáneo a nada.

Precios, chau, me tiro

Interior in Paddington (1951), Lucian Freud

Ropa anticuada, lentes y un cigarrillo para asustarse ante una planta al entrar a un edificio que a nadie le dolería dejar. Mirá a través del reloj, sentí doce números manejándome como les gusta, esquivando el balcón. Y mi cara...













Lucian Freud

Mi cara termina con todos sus ojos puestos, verdes y sin manchas, atrás de una planta que me va borrando el cuerpo y, al parecer, el artista que pinta éstas cosas es uno de las personas que más cobra o mejor le pagan por lo que hace.

Héme

El enemigo del arco iris (1952), de George Grosz

Desde un color atacar a todos los demás. Más que enemigo del arcoiris, pongámosle filósofo en plan de expansión. Pelado y con un tipo caído atrás. ¡Es Foucault declarando la muerte del sujeto!
Y pensar que yo quiero empezar con las acuarelas...