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Conjurer (1943), Nicholas Roerich

Por más que encienda un fuego, no logro hacer con él nada distinto a proyectar mi sombra hacia atrás, despojos de mí que no quise dejar ni soy capaz de evitar mientras algo cruje. Mi cueva tiene una puerta gigante, ¿habrá escapado por ahí la magia?

2 comentarios:

Anónimo dijo...

La sombra del miedo echada sobre cualquier cuerpo es la mejor manera de revivir lo que el fuego benevolante no logró en el hombre. Ay de lo humano.

Volveré a menudo y con menudencias a este blog.

franco dijo...

Vuelva, vuelva, gran comentario el suyo!

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