On the road

Lordship Lane Station (1871), Camille Pissarro

...al Mati
Pienso con Cioran en la sangre hoy: Ser el humo que llora una locomotora por no poder salir del camino de metal que le fabricaron o por tener que transportar a tantos indeseables adentro suyo... estremecerse de ganas de olvidar cómo se debe mover los brazos, las piernas y la vida, de ganas de olvidarse justamente de la técnica del nado, precisamente diez minutos antes del gran diluvio.

Sin recurrencias

Concerto comparte, Valentín de Zubiaurre

Recurrencia del rojo. Ahora es fuego, destrucción; alguna clase de muerte, sin duda. Son el acordeón, las panderetas y esas caras de Hasta acá llegamos lo que canta, lo que pinta las nubes. Es el incendio de toda tranquilidad, es la ofensa que plantea el blanco de la ropa ante tanta sangre. Es querer morir y no saber de qué color. Es no poder ir más lejos. Es el jarrón vacío de la esquina izquierda. Es el bastón que ya se quiebra o se quema, da lo mismo. Son las trenzas para ahorcarse. Es una escena de muertos.

EDIT: -Es verdad que te has vuelto loco, Ferdinand? -me pregunta ella un jueves.
-¡Lo estoy! -confesé.
-¿Y aquí van a cuidarte?
-El miedo no puede cuidarse, Lola.
-¿Tanto miedo tienes?
-Más todavía, Lola; tanto miedo, fíjate, que si algún día me muero de muerte natural, dentro de muchos años, no quiero que me incineren. Quiero que me dejen pudrir en tierra, en el cementerio, tranquilamente; allí, pronto a resucitar, tal vez... ¿Quién sabe? Mientras que si me redujeran a cenizas, Lola, comprende, todo habría terminado, terminado por completo... Un esqueleto, a pesar de todo, aún se parece un poco al hombre... tiene más posibilidades de revivir que las cenizas... Las cenizas es el final... ¿Qué te parece?... Así, pues, la guerra...
-¡Oh! ¡Eres un cobarde, Ferdinand! ¡Eres repugnante como una rata!...
-Sí, cobarde del todo, Lola; rechazo la guerra y cuanto implica. No la deploro... No me resigno, yo... No lloriqueo sobre ella, yo... La rechazo sin más, con todos los hombres que contiene; no quiero nada con ellos, con ella. Aunque ellos fueran novecientos noventa y cinco millones y yo estuviera solo, ellos son los equivocados, yo quien tiene razón, porque soy el único que sabe lo que quiere: yo no quiero morir.
-¡Pero es imposible rechazar la guerra, Ferdinand! Únicamente los locos y los cobardes rechazan la guerra cuando la patria está en peligro...
-¡Entonces vivan los locos y los cobardes! O mejor: ¡sobrevivan los locos y los cobardes! ¿Te acuerdas, Lola, por ejemplo, de un solo nombre de los soldados que murieron en la guerra de los Cien Años?... ¿Has tratado de conocer a uno solo de esos nombres? ¿A que no? ¿Nunca has indagado? Te resultan tan anónimos, indiferentes y más desconocidos que el último átomo de este pisapapeles que tenemos frente a nosotros, que tu caca matinal... ¡Ya ves que murieron por nada, Lola! ¡Por absolutamente nada, esos cretinos! ¡Te lo aseguro! ¡Pruebas cantan! Sólo cuenta la vida. Dentro de diez mil años te apuesto a que esta guerra, por muy importante que nos parezca en este momento, estará por completo olvidada... Apenas si una docena de eruditos se engrescarán todavía, aquí y allá, en la ocasión y a propósito de las fechas de las principales hecatombes con que fue ilustrada... Es todo cuanto los hombres han logrado, hasta el momento, encontrar de memorable a propósito de unos y otros, a algunos siglos, a algunos años e incluso a algunas horas de distancia... No creo en el porvenir, Lola...
En cuanto descubrió hasta qué punto fanfarroneaba de mi vergonzoso estado, dejó de compadecerme... Me juzgó definitivamente despreciable.
Decidió dejarme en seguida. Era demasiado. Aquella noche, al acompañarla hasta el portillo de nuestro hospital, no me besó.
Decididamente le era imposible admitir que un condenado a muerte no tuviera al mismo tiempo la vocación.

(Louis-Ferdinand Céline, Viaje al fin de la noche)

Más confesiones

Beata Beatrix (1864-70), Dante Gabriel Rossetti

El pájaro sagrado rojo no embaraza marías. Es la sangre que te pinta el pelo (a veces), el gesto (para mí) los labios y la ropa (opcionales). En la aureola dice lo que quiero, y algo indica que sabés leerlo. Dice 'qué bronca, justo hoy', y más; 'dos personas se miran atrás, pero me gusta tu cara'. Da pena ver al pájaro tan cerca del piso inventando el reloj de sol y las caras de dos personas que no me importan (una tuya, ¿y la otra?), en las alas no hay movimiento. Seguro termina mal.









Self Portrait (1947), Dante Gabriel Rossetti

Tener el ego suficiente para retratarse así, para aparecer así reflejado en tus ojos, la verdad... me gustaría bastante.

Íntimo (Klimt es mío)

Danae (1907), Gustav Klimt

Había en el mundo algo que proteger: el sexo. ¿Y el resto del cuerpo? ¿No será que el pelo así, esa cara, la forma de la mano o pezón saludando son una forma de hacer lo contrario? Si esa tela del costado no está sobre el cuerpo, ¿no podríamos concluir con bastante rigor que su finalidad es hacer explícita la invitación? Si yo fuera Wang-Fo no me moriría de ganas de entrar en la pintura, entraría.

No te caigas

Visita inesperada (1959), Remedios Varo

Un gato de fuego calienta tu pasado, lugar dejado atrás que se pone adelante, te aplasta y al que nunca podés pisarle los talones. Tu casa, o las grietas de tu casa, te dan una mano mientras alguien te mira mientras la sangre empieza a sobrepoblarle las sienes mientras hay huecos en las paredes para entrar a vos, no puertas, mientras comés sobre un agujero duro, durísimo, mirando unos bichos más o menos invisibles, mientras, mientras, mientras...

Con un alfiler

Air castles (1904), Maxfield Parrish

Desaparición inminente: como el mundo siendo devorado por el cielo en cada horizonte, en cada horizonte. ¿Cantar? No, un pincel en la mano para escribir con más arte. ¿Desesperarse? Claro que si: él es el resultado de que las burbujas de jabón soplaran, y está pronto a romperse. ¿Cuándo? Me contó que espera tener el tiempo suficiente como para sacarse toda la ropa, y ya casi termina. ¿Rumbo incierto? Sí. Esa certeza es la que apila ladrillos y ya casi termina de levantar un castillo, y no es de papel, pero también se rompe.

¿Manantial?

A Woman Reading (1872), Claude-Oscar Monet

¿Quién dijo que los colores siempre estuvieron en el mundo? Nace el rosado de tu ropa, desde tu vestido, como un arroyo fracturándose las piernas en una caída repentina en medio de la montaña, aunque los pervertidos digan que se escapa violentamente de entre tus piernas.
El color rosado ya es un habitante más. Procuremos, por el bien de todos, no convertirlo en un civil, no cargarlo de obligaciones. Permitámosle todo, que transgreda tranquilo con nosotros mismos el no matarás, que mienta, que lujurie, que tome el nombre de Dios en cualquier momento, y todo lo demás.

Desalmarse

Steeple Rock, Kynance Cove, Lizard, Cornwall, Low Water (1873), Edward William Cooke

Ahí estaba él. Base de arena y agua, vientre para el musgo y lugar donde los rayos del sol conocerían hasta dónde llegaba su gran viaje.
Esa descripción, y, además, una pedazo de piedra sin alma, con la cual ningún escultor pudo hacer magia.
Era muy grande como para que no lo vieran, demasiado solo como para dejar de estarlo.

Tar danza

Four dancers (1899), Edgar Degas

...a María
¿Por qué pareciera que lo único definido son las figuras preparándose para la danza? Porque muchas de las cosas que habitan el mundo van a dejar caer su peso sobre quien quiera bailar, delineándole un contorno, marcando territorio, presionando para evitar a toda costa esa alegría. Hace más de un siglo que te estás vistiendo, Mary, ¿sabés que quiero que puedas, y que te vaya bien, y hasta poder verte? Resulta que no puedo desaparecer acá y aparecer abrazado a vos cuando no te des cuenta. O no resulta, y todo es un invento. Y nunca te conocí.

EDIT: Esos momentos de angustia en los que Heráclito y su todavía cosmos con armonías invisibles más fuertes que las visibles parece la cima de la ingenuidad. Armonía inventada, Heráclito, inventada. Consuelo. Las bailarinas, pese a todo, siguen preciosas. Sienten como si no sintieran.

Sin ser rubio

Un bebé en un barril de agua, Benito Rebolledo Correa

Eso soy, algo que apenas tiene forma y tal vez ni sepa vestirse sin ayuda, subido a una silla de letras, tratando de beber de algo que es más alto que yo.

¿Tabaquería?

Moulin de la galette (1889), Henry de Toulouse-Lautrec

Tranquilamente podría ser la Tabaquería de Pessoa, aunque nunca la imaginé tan poblada. Te miro la espalda -¿cibernética? ¿sos tres o cuatro millones más linda que la del cuadro?-, y nada. Sigo atrás de esa barrera. Otra me mira y está un poco verde. No me interesa comer las hostias de la mesa de al lado, son pura mierda de religión consagrada y eso no debería llamarle la atención a nadie a esta altura de la muerte. Mi sombrero es claramente más genial que el de los demás, pero no tengo bigote. Pulcramente afeitado, decreto que, en realidad, yo no era el del cuadro. Además, a mí me devolvés la mirada.

Personalidad de cascada (en dos actos)

Pape Moe - Mysterious Water (1893), Paul Gauguin

Eso. Verme en el agua como Narciso, pero en el agua cayendo. Ver mi imagen cayendo para fundirse en otro río. Llevar mi espejo a otro lugar para ver cómo cambio. ¿Para quitarme la tela blanca? No sé. Cuestión de tiempo. Si transporto poca agua, no me alcanza el tiempo para dejarla caer y desvestirme. O yo o vos.

Ó.

La otra es pensar en negativo. Despreciar mi imagen caída en el río y mutilarla arrancándole una parte en un frasco. Acarrearla con asco en un bolsillo -me busco otra ropa, ¿o creés que es posible que me desnude lo suficientemente cerca tuyo alguna vez?-, y finalmente dejarla caer, tirarla con desprecio y apreciar cómo se funde mi turbiedad en la tuya.

EDIT: Ante la posibilidad de la desaparición de la consideración de su persona entre los demás, paso previo al olvido de sí, comenzó a tirar agua desde el borde de un acantilado. Si se quería ver, tenía que asomarse al abismo, correr un riesgo. Ser Narciso, entonces, no era una tarea para un ególatra cualquiera.
El asunto de percibirse pasó al estatus de ritual, a un costado de la bienvenida de las estaciones y entre capa y capa de oración, iría a ver si todavía existía, ¿quién lo diría? Para la celebración necesitaba saberse ahí, aunque, cuando olvidaba controlar este asunto, el festejo se llevaba adelante sin ninguna modificación. Se preguntó ¿Qué es mi vida que aunque pueda no estar lo demás sigue? En un verano notó que no necesitaba todo ese ir y venir y verse al fondo de qué. Vivir era poder festejar.

Ni la estepa

New York movie (1939), Edward Hopper

Cincuenta años después de que este pintor norteamericano retratara ese momento, que probablemente ocurrió más veces que las que el sistema de producción en serie logró reproducir esta obra, nací yo. Leí un par de libros, y ahora te veo ahí adentro, dudando si entrar o no conmigo al teatro anarquista, sólo para locos, para el que hay que perder la razón.





Landscape (1902), Pierre-Auguste Renoir

Con el mismo trazo se nota lo que viene. Ni la casa, mi -nuestro- futuro, ni los/el obstáculo/s se ven con claridad. ¿Es todo lo mismo? ¿Son tan distintos los colores? ¿Desde afuera no se ve la puerta porque no puedo entrar a vos? ¿Puede él salir finalmente? Yo quería entenderme en una pintura, ¿valía la pena esconder todos los detalles que escondió, creo que voluntariamente, en su impresionismo? El riesgo del teatro o la incertidumbre de Renoir. No tengo nada más para ofrecer.

Sombra de cera y luz de huevo

La clairovoyance (1936), René Magritte

¿Cómo podría un artista no querer algo de esa clarividencia del pintor que, viendo el huevo, pinta el pájaro, sin siquiera mirar el lienzo mientras empuña el pincel? ¿Dice algo el hecho de que alrededor todo sea blanco? Alrededor del pájaro, que se está moviendo, creo que no hay nada. Me desespera no ver hoy tu pájaro volando.







The ignorant fairy (1957), René Magritte

¿Y si digo que yo soy el hada soy por eso travesti? Quiero prenderte una luz en el pecho y mi vela oscurece, y atrás hay una esfera perfecta, ya no un huevo del que predecir nada. Tiene ojos claros como vos, quien vendría a ser yo en el cuadro. ¿Sabía Magritte que veinte años después del clarividente haría éste otro? Pasó mi vida entre esos cuadros, mis veinte años miserables.

Interiores

Interior with a violin (1917-1918), Henri Matisse

La perspectiva realista que de la que se despide Matisse no es algo que se eche de menos. A mí me ofrece buscar mis propios puntos de fuga y todo eso. No importa.
En estos dos cuadros me centro en el detalle del violín y lo que se ve a través de la ventana. En el primer interior, hay un instrumento y un afuera que llama poquísimo la atención, frente al estuche abierto y sugerente -otro podría haber puesto una mujer desnuda, cuestión de sensibilidad por la abstracción musical o la carnalidad de la carne-. ¿Quién querría escapar de ese lugar, viendo que afuera no pareciera haber nada extraordinario? Pero pasa el tiempo y...





Interior with a violin case (1918-1919), Henry Matisse

Redecoró su interior -¿sólo del cuadro? ¿conoció el amor, el odio, la calma, desesperación, las telas?- con amarillos y rojos, el espejo es otro, y se llevó el violín al mar, tan tentador, al que entra pasando las cortinas -si yo tuviera que atravesar esa blancura colgada y anudada, diría que entro al mar y no a la habitación.
Ahora hace música para esos pájaros negros. A mí me gustaría cantarle a algún pájaro negro, pero me quedé en la obra anterior.